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jueves, 26 de enero de 2012

LO QUE VI ESTE VERANO

-Noroeste de la Provincia de Buenos Aires-
-19 de enero de 2012-
La TV y yo:
Recluida en el corazón de la pampa bonaerense durante todo enero, en una quinta cuya escasa superficie libre la dueña –mi madre- alquila compulsivamente a los compulsivos sembradores de soja, tengo una alternativa cuando los 45 grados impiden estar al sol o a la sombra o en la pileta, y sólo se puede sobrevivir dentro del limitado radio de alcance de un ventiladorcito: la televisión satelital por cable.
Aclaro: vengo de una abstinencia bastante prolongada. Lo último que miré por cable fueron los capítulos –estreno- de Friends. Luego me mudé varias veces y un poco por odiar a las empresas de cable y otro poco por odiar los trámites dejé de mirar televisión. Después miré solo los canales de aire que se ven con antena y ahora solo los 15 canales que permite ver gratuitamente el conversor digital que entrega el gobierno.
¿Alguno de los que se dice kirchnerista ha optado por este conversor como único proveedor de televisión y ha mantenido esa decisión en el tiempo? Apuesto a que no son muchos. Entonces no sabrán de qué hablo.
No sabrán que la frivolidad, los chismes, las novelas, los programas sobre otros programas, las películas dobladas, las crónicas amarillistas, los conductores de noticieros prolijos y que hacen chistes pavos, las notas de color, Tinelli, los culos, las vedetongas, Susana Gimenez (la de la primera dimensión, la que triunfó), Gran Hermano, los programas periodísticos livianos, no existen en la TV digital que llega a la Provincia.
¿Alguno de los que se dice kirchnerista ha optado por este conversor como único proveedor de televisión y ha mantenido esa decisión en el tiempo?
Por lo contrario, todo es formación, educación, conocimiento trascendente sobre el mar, la tierra, el universo, la biodiversidad amenazada, los animales y sus costumbres, las obras de arte y sus secretos, la ingeniería, los inventos, la tecnología y la física y la matemática explicada para principiantes, las reglas de conducción de automóviles, los sistemas de construcción de viviendas, las comunidades originarias, la experiencia de los estudiantes universitarios que vienen del interior, los pequeños emprendedores, las batallas de América, las dictaduras, las resistencias, los presidentes, las culturas locales, la trayectoria profesional de queridos actores y actrices, las películas argentinas comentadas por sus propios directores, la música y los instrumentos, las noticias políticas del país y de la región. Documentales, cortos, cine latinoamericano, entrevistas a personajes anónimos o destacados pero que siempre tienen algo de interesante o algo por enseñar.
Resultado: llegué a fin de año agotada de aprender. Mente y cuerpo desgastados,
exprimidos al máximo en su capacidad de retención. Obnubilación. Stress. En mi fuero más íntimo, inconfesablemente, deseaba sentarme y mirar tranquila una serie yanqui, tipo CSI, Nikita, Seinfeld, o aun La Niñera de mis primeros años de teleadicta. En esas condiciones llegué al campo, a vivir la gran oportunidad de hacerlo sin culpa.
Luego de 15 días puedo decir que estoy asqueada. Mi margen de tolerancia es cada vez menor. Ni siquiera soporto las series con cadáveres e investigadores científicos ultra eficientes que antes tanto me gustaban. Algunas preguntas me recorren el cuerpo con un escalofrío: ¿me estaré volviendo peronista? ¿Los trucos de la postmodernidad han dejado de seducirme? Y acá debo llegar a la parte donde lo personal se convierte en político o por lo menos en algo más interesante.
Entonces me pregunto: ¿Qué es lo que no soporto de las series yanquis? Pasaré por alto lo más obvio: que sean yanquis, que en los guiones sigan tratando a los no-yanquis utilitariamente, con ignorancia y desprecio, que sean yanquicéntricas, que sigan teniendo poder de penetración cultural.
Voy a comentar algunos recursos narrativos y su funcionalidad en las series dramáticas (de las cómicas sólo puedo decir que la única serie “latinoamericana” que pasa Sony se llama “Los caballeros las prefieren brutas”).
Alguien nos facilita la tarea de pensar:
En muchas de las series una voz en off nos hace el resumen del capítulo y nos redondea el mensaje a la manera de un cuento infantil (Desperate Housewives, Grey´s Anatomy, Person of Interest, Revenge, Body of Proof). De pronto toman perspectiva del relato, buscan nuestra complicidad, nos hacen ver que es ficción y nos explicitan la enseñanza que quieren dejarnos en claro. Sí, esto es mentira, pero hablamos en serio hasta cuando mentimos. No nos tomes a la ligera.
No, no te puedo tomar a la ligera, me doy cuenta de que algo trascendente quieres decir porque susurras, te pones serio, el plano se achica, el ritmo de la acción se desacelera, quedas frente a frente con otra persona. Todo indica que hemos llegado al punto “sensible” de la serie. La importancia ha sido reemplazada por la solemnidad. Así, la cuestión más banal (eres una niña, debes hacer un trabajo para la escuela y no tienes quien te ayude) o la más terrible (eres del ejército y has matado en un falso accidente a un terrorista –árabe- que había hecho un pacto de indemnidad con el fiscal) tienen el mismo tratamiento achatado hacia lo solemne.
La importancia ha sido reemplazada por la solemnidad. Así, la cuestión más banal… o la más terrible… tienen el mismo tratamiento achatado hacia lo solemne. Sabemos que ni en un caso ni otro habrá consecuencias, todo se resolverá en un dilema personal (nunca colectivo o social)…
Sabemos que ni en un caso ni otro habrá consecuencias, todo se resolverá en un dilema personal (nunca colectivo o social), la voz en off nos tranquilizará y nos dejará una moraleja apta para todo público: somos humanos, cualquier cosa nos estará permitida, desde lo más sublime hasta lo más horrible forma parte de nuestra naturaleza. El plano se amplía, la figura del atrapado en su dilema personal se pierde en la inmensidad del paisaje urbano (ha quedado solo) o bien en la escena siguiente sus compañeros y unas cervezas le hacen superar el mal momento (que debe aceptar porque es parte de su trabajo).

Lo mismo de siempre:
Decantemos lo visto en estos quince días: el hijito del narcotraficante –mejicano (no digo latino porque odio esa palabra yanqui)- muere en la explosión del laboratorio casero, el terrorista –iraquí- se arrepiente pero igual muere, el adúltero es castigado con un período de soledad pero se lo recibe de nuevo en el hogar, la adúltera se convierte en prostituta fracasada y muere, el chico rebelde finalmente acepta pasar los domingos con sus suegros, las chicas que se muestran sexys por internet son asesinadas, el padre alcohólico y violento es perdonado, la madre alcohólica y violenta es atropellada y muere justo cuando se va a encontrar con sus hijos para ser perdonada, el hijo de clase alta drogadicto inicia una rehabilitación, el vagabundo encuentra una familia que le da albergue, la adicta al trabajo descubre el amor de la manera menos pensada, el padre abandónico es reintegrado en su función de padre en medio de sonrisas cómplices de la ex mujer despechada y los hijos, la madre abandónica –descendiente de inmigrantes y nunca adaptada a la sociedad estadounidense- termina recluida en un psiquiátrico y muere, la egoísta descubre que los amigos son lo más importante, el frío asesino por encargo –de europa oriental- tiene un pequeño hijo que lo convence de cambiar de profesión, la inmigrante ilegal finalmente no es la asesina pero es devuelta a su país de origen (por lo menos va a estar con su hijo, dice la resignada mujer policía que la arrestó por error), el adolescente enfermo –yanqui- muere pero deja un mensaje de esperanza, la porrista debe enfrentarse con la enfermedad de un adolescente compañero de colegio y deja de ser superficial, el ateo recalcitrante se hace amigo de un cura y lo pasan muy bien, la prostituta –rumana- se convierte en soplona de la policía y puede cambiar de oficio pero su vida siempre estará en peligro, la anoréxica muere en una operación quirúrgica por tener bajas las defensas, el jefe de la mafia –italiano- pierde la familia en un accidente y regresa al pueblo que lo vio nacer, la banda de torpes mafiosos de poca monta –colombianos, bolivianos y un argentino- falla el golpe y va a la cárcel, el competitivo hombre de negocios comprende su error y abandona todo para dedicarle más tiempo a la familia, la competitiva mujer de negocios comprende su error y abandona todo para dedicarle más tiempo a la familia se enferma y muere pero deja un mensaje de esperanza.
…el padre abandónico es reintegrado en su función de padre en medio de sonrisas cómplices de la ex mujer despechada y los hijos, la madre abandónica –descendiente de inmigrantes y nunca adaptada a la sociedad estadounidense- termina recluida en un psiquiátrico y muere…
¿No habíamos dicho que todo estaba permitido? Parece que no, que lo que está permitido y lo que está prohibido es lo mismo de siempre, para los mismos de siempre.
Pero con otro camuflaje:
Sin embargo, quien crea que estas series son anticuadas se equivoca: ni los personajes, ni la estética, ni el tono, ni el discurso nos convocan desde los tiempos pasados (llámese así al lugar donde supieron crecer y desarrollarse sin demasiada represión social la moralina, la religión y el régimen patriarcal, es decir, los grandes inspiradores de los contenidos de estas series). Por lo contrario, la escena nos remite al aquí y ahora, a la vida que llevamos todos, a las personas que vemos cotidianamente en nuestros trabajos o nuestras familias, a los conflictos del siglo XXI (otra vez la identificación).
Es que en estas series yanquis el mensaje viene con paradojas: debemos mostrar que muchas mujeres ya no desean casamiento y embarazo para darles todavía más importancia, porque ahora los desea el hombre…
Antes de ese final tradicional, la serie nos ha hecho creer que estaba hablando de otra cosa, no voy a decir que nos había hecho creer que era una serie “piola” (porque odio ese adjetivo, especialmente cuando se aplica a los curas), pero sí que no era retrógrada. Y aquí me resuena lo que dijo Ricardo Forster (h) (menor) (el que vive en la otra dimensión, en la provincia profunda) (*) sobre cómo inhibe nuestro espíritu crítico la capacidad del lenguaje de montarse sobre posiciones antagónicas con la misma facilidad.
Es que en estas series yanquis el mensaje viene con paradojas: debemos mostrar que muchas mujeres ya no desean casamiento y embarazo para darles todavía más importancia, porque ahora los desea el hombre (Grey´s Anatomy), debemos burlarnos de la superficialidad para aceptar que es el condimento esencial de la vida (Desperate Housewives), debemos aceptar la eutanasia de una mujer embarazada de 16 semanas para disfrutar tranquilos del embarazo contra viento y marea de la protagonista (Private Practice), debemos reconocer que espiar a la gente y catalogarla de delincuente “potencial” es ilegal para terminar acordando que aún así esto puede ser muy útil en la prevención de asesinatos  (Person of Interest), debemos darles todas las garantías a los terroristas apresados sólo para que los demás vean que somos mejores que ellos (Numb3rs), debemos mostrar que la venganza te hace una persona triste para concluir que bien merece la pena, sobre todo si es en nombre de nuestros muertos (Revenge).
En síntesis, debemos decir que no somos los mismos de siempre para seguir siendo los mismos de siempre (yanquis) y seguir penetrando sin resistencia en todas las demás culturas.
Susana Ginenez (**)

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