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jueves, 2 de febrero de 2012

IDENTIFICA IDENTIFICATE (vs. tragar algo lleno de plumas y patas)


“…me pregunté que se sentiría tragar algo caliente y en movimiento,
algo lleno de plumas y patas en la boca…”
Samanta Schweblin, “Pájaros en la boca”

El lenguaje que contornea la forma de la realidad con obediencia, tratando de describirla y reproducirla lo mejor posible me aburre. Para mí no gana verosimilitud ni fuerza ni densidad dramática un texto de ficción porque sea fiel a la realidad. Por lo contrario, cuando descubro marcas autobiográficas sin maquillaje, “hechos reales”, rastros de investigación, detalles que “deben” estar presentes porque “fueron así”, el texto se me desinfla, se me viene abajo. Prefiero ir al bar de la esquina y que el mozo me cuente una anécdota.
Lo mismo me pasa cuando escucho a actores o directores de teatro o cine que para promocionar la obra o la película dicen sin pudor que la gente se sentirá identificada, que “se reconocerá”.
Es un mecanismo habitual, que Susana Ginenez describió en una nota reciente(*) cuando habló de las series de televisión estadounidenses y cómo crean complicidad con el público.
Me llama la atención, sin embargo, que en el mundo del arte se use con tanta ingenuidad (no voy a decir impunidad porque los artistas no se merecen esta palabra). En mi visión, la identificación es una estrategia que sólo puede usarse en el marketing publicitario, con fines comerciales, porque allí ya sabemos que no hay reglas (aunque saber no tendría que ser una excusa para aceptar). En otros ámbitos es casi un golpe bajo, un señuelo que al que se suele acudir por falta de creatividad o de ideas.
En mi visión, la identificación es una estrategia que sólo puede usarse en el marketing publicitario, con fines comerciales
Me parece legítimo que un artista quiera vender, juntar mucho público, que lo lean, que le vaya bien, pero no que para eso apele a la sensibilidad de nuestro ego o a la necesidad que todos tenemos en un momento de la vida de obtener reconocimiento. Francamente no me parece interesante ir a ver una obra de teatro para encontrar sobre el escenario a un personaje parecido a mí, que tenga mis tics, mis manías, mis buenas o malas costumbres, mis pensamientos, mis bigotes. ¿Qué saco yo de eso? ¿Qué me da el artista? Puede actuar muy bien y ser muy cómico, o muy odioso, y entonces me iré del teatro conforme conmigo mismo o con culpa, pero nunca con la sensación de tener un pájaro aleteando en las tripas.
“Luego cubre la ventana del baño con una frazada, saca los químicos del botiquín y revela el rollo… busca la lupa, examina el contacto a contraluz”
Pablo Toledo, “Se esconde tras los ojos”
No sé bien cuál es la función del arte, pero seguro tiene que ver más con cavar, remover, arar, desbrozar, embostar, roturar,
escarbar, regar, sembrar al voleo, esperar una lluvia, que con dejar todo como está (disculpen las metáforas campestres pero estuve unos días en la chacra de Susana y aprendí un montón).
Y la identificación deja todo como está, no toca nada, no moviliza nada. No nos lleva por caminos nuevos, no nos hace preguntas, no nos conmueve los pensamientos, no nos perturba ni nos inquieta. No tiene misterios. Es chata, no va hacia ningún lado, se queda boyando en el presente perpetuo. Es conformista. Es un cruce de palabras entre un matrimonio que ya se ha dicho todo. Un monólogo frente al espejo. No hay rebote, sorpresas, imprevistos, significaciones nuevas. Esconde cierta mezquindad, cierto onanismo, cierto deseo de gustar o de sentir placer sin arriesgar nada.
Y la identificación deja todo como está, no toca nada, no moviliza nada. No nos lleva por caminos nuevos, no nos hace preguntas, no nos conmueve los pensamientos, no nos perturba
Veamos qué pasa con la identificación en el campo del discurso político, Voy a ponerme como ejemplo, solo para que otros colegas no se sientan maltratados.
A veces los lectores me reclaman una forma de hablar más clara, más sencilla, que “se entienda” más, que vaya directo al grano en lugar de entrar en el cuarto oscuro donde circulan los sinuosos recorridos de los pensamientos y tomarme mi tiempo -ese que corre más lenta, más amorosamente, sin las urgencias del videoclip- para mirar la foto con una lupa.
Adelanto que no podré satisfacerlos.
Primero, mi forma de escribir es parte de mi forma de ser, pretender que la cambie sería tanto como pretender que cambie mi identidad, lo que a todas luces me parece un exceso. Yo no sería como soy si escribiera distinto, o dicho de otro modo: escribo así porque soy así (vengo en un solo paquete). A veces, ya lo hemos dicho en otra oportunidad(**), las dificultades para aceptar al otro se resuelven en formas dolorosas de censura.
Segundo, yo no quiero que mis lectores se identifiquen con lo que escribo, no quiero repetir lo que los lectores piensan, no quiero que “entiendan”. Quiero que a mis lectores leer les cueste el mismo trabajo que a mí escribir. Que tengan el mismo trabajo para pensar que el que tuve yo. Quiero que me ayuden a desprender el cuerpo del capot del auto. Yo no subestimo a nadie, es decir, pienso que todos estamos empujando para el mismo lado, y si bien no voy a usar giros barrocos ni voy a traer ideas descabelladas a propósito, ni voy provocar polémicas por el solo hecho de divertirme, sí voy a pedir el máximo esfuerzo por seguirme como yo hago el máximo esfuerzo por seguir a los demás (¿o se supone que es más fácil “entender” a alguien que se expresa con 140 caracteres o habla con jerga leguleya o usa la lógica implacable de la política?). Si yo voy a decir lo que el lector ya sabe (como hacen la mayoría de las aburridas editoriales y notas de los diarios) ¿para que escribiría? Para fijar, soldar, asegurar, reforzar, machacar, aplastar interpretaciones, endurecer significados (también tengo un amigo herrero). Así no me interesa.
…suficiente para correr hacia el aljibe y arrojarse al agua de lluvia y ojalá no tuviera fondo, ahogarse ahí con la foto y la traición”
Mariana Enriquez, “Los peligros de leer en la cama”

¿Qué pasa en el ámbito donde la identificación pasa más desapercibida porque es parte de la mentira aceptada por todos? Sentémonos frente al televisor y veamos pasar las tandas publicitarias, que allí hay algunas novedades.

Ahora bailar como un pavo, vestirse mal, ser un plomo, amar al número de celular como si fuera una persona, tener manías, que no vaya nadie a tu cumpleaños (ni tus padres), limpiar obsesivamente, ser torpe para conectar una computadora, no ir al baño con cierta frecuencia, decir vulgaridades sobre las mujeres o los hombres, forma parte del nuevo modelo televisivo. En mi época era un tipo que fumaba, tomaba whisky y tenía mujeres (esto viene a cuento por lo que voy a decir después). Ahora ser un bobo está de moda, y cualquiera se anima a hacer en público guarradas que antes reservaba para la intimidad.
Ahora ser un bobo está de moda, y cualquiera se anima a hacer en público guarradas que antes de reservaba para la intimidad.
No se trata, y esta es la trampa, de la bienvenida a la diversidad o a la tolerancia de los gustos personales o las particularidades de cada quien o a una libertad más extendida. Esta será la coartada. Es simplemente el mismo método de siempre para vender, solo que ahora no se apela a una identificación “idealizada” (lo que desearíamos ser) sino a una “realista” (lo que somos). Según ellos.
Este mecanismo de identificación toma ciertos rasgos que todos podemos tener y luego los exacerba y legitima mostrándolos en la TV como simpáticos, queribles, o simplemente “nuestros” (eso ya les basta a muchos para sensibilizarse). Esos rasgos no son justamente los que nos hacen sujetos más responsables en nuestras opiniones, con mayor autonomía política, más comprometidos colectivamente, sino los que nos hacen más individualistas, más superficiales y más conformistas.
“Los pies estaban tan fríos que parecían de porcelana. Tiró de los dedos, apretó una uña: cálida humanidad. Por fin, en un mínimo desplazamiento el cuerpo se separó del parabrisas y, empapado en su propia sangre, resbaló despacio sobre el capot
Oliverio Coelho, “Parte doméstico”
Veamos un ejemplo: la –insufrible- pareja de la publicidad de Quiero!
Los “creativos” han elegido actores de registro naturalista para reproducir los tics de cualquier pareja en momentos en que decide cosas banales. Incluso han dejado partes supuestamente “no actuadas” para que nosotros pensemos que son así en la realidad, que se tientan en serio, que se llevan bien en serio, etc.
Pero aquí no termina la cosa. A pesar de que la mayoría de sus parlamentos transcurren en la intimidad, se hablan entre ellos con la conciencia permanente de la cuarta pared. Buscan la complicidad de la cámara o, lo que es lo mismo, de la opinión pública, a la que convocarán para ayudarlos a decidir cosas enteramente sin importancia. ¿Qué pasó? Los personajes necesitan alguien que los esté mirando. Ese alguien es un público, nosotros, devaluados, desaprovechados, aptos solo para elegir el color de una pintura o un lugar de vacaciones, despojados de nuestra infinita pena, nuestra ambición, nuestras ofensas no reparadas y nuestro disgusto del mundo.
Y luego llega el tercer paso terrible: estas características televisivas vuelven como un bumerang a la vida real ya no como rasgos espontáneos sino “imitados” y sensiblemente amplificados. Es decir, no solo tenemos zona liberada para sentirnos satisfechos con cualquier cosa que antes nos avergonzaría, sino también para hacerlo con público a la manera de un personaje televisivo.
estas características televisivas vuelven como un bumerang a la vida real ya no como rasgos espontáneos sino “imitados” y sensiblemente amplificados
Personas en pareja, y hasta con un hijo,  hablan entre ellas “pour la galerie”, como personajes de una comedia o de una publicidad, haciendo de su vida una serie cómica. Cada vez más –es decir, no como una gracia ocasional sino convertido en una forma de expresión-  niños o incluso jóvenes hablan como personajes de la TV o ponen caras. De un modo más perturbador también se descubre en la facilidad con que un ciudadano cualquiera adopta el registro televisivo y sus tics -o tips- frente a las preguntas de un notero con una cámara (la cámara apela a esa necesidad de reconocimiento, que en tantos años no hemos podido obtener de una forma genuina, llámese una casa digna, un empleo digno, un medio de transporte digno, una cantidad de público o lectores o clientes o alumnos digna, un espacio merecido dentro de la vida pública, en síntesis: respeto).
Tomo estos casos como muestra de la manera en que la televisión borronea nuestra subjetividad. Habrá otras causas, por supuesto. Pero si la persona tiene un discurso que es un compendio de gags televisivos y actúa como si esperara escuchar los aplausos grabados, el mayor culpable debe tener la forma de una caja boba.  
 Me pegaba bigotes postizos; y, bailando en esa última penumbra, haciendo de mimo en las plazas, expresaba mi infinita pena, mi ambición, mis ofensas no reparadas y mi disgusto del mundo mediante un exhaustivo movimiento de cejas y de hombros”
Gonzalo Garcés, “Los impacientes” (#)
La televisión no solo nos ofrece personajes intrascendentes para que nos identifiquemos sino también busca nuestra complicidad para legitimarlos.
Yo quiero un país en el que cuando alguien diga la palabra “Famatina” todos conozcamos bien de qué estamos hablando (formar ese “frente” ciudadano que propusimos en otras notas(***)).
La televisión no solo nos ofrece personajes intrascendentes para que nos identifiquemos sino también busca nuestra complicidad para lso aceptemos.
Reforzar la imagen de bobos, de personas a las que sólo le importan las trivialidades y que se sienten muy cómodos con sus roles infantilizados, de personajes de comedia, evidentemente apunta para otro lado.
Yo no me identifico.
Prefiero el terror y la fascinación de arrojarme a las aguas de un aljibe sin fondo.
Puede ser que vuelva a sentirme un incomprendido, pero seguro nadie podrá decirme que apuesto a lo más fácil.
Horacio Vargas Llosa (****)
Centroeste de la Provincia de Buenos Aires, 2 de febrero de 2012
(****) “QUIEN ES QUIEN EN C1/2K” en: http://clasemediak.blogspot.com/p/quien-es-quien-en-c12k.html

(#) LOS EPIGRAFES CORRESPONDEN A OBRAS DE JOVENES ESCRITORES ARGENTINOS

4 comentarios:

  1. Mi querido Horacio, el problema no se ha generado en la transmisión de conceptos por los medios. Si fuera así, vos y yo no estaríamos hablando del tema.

    Es mucho más grave, durante la etapa donde se enseña a utilizar un sistema tan complejo como el pensamiento se encuentra huérfano. La TV y Google, pasaron a ser los que nos sacan las papas del fuego.

    No hay maestros en ninguna etapa, jardín, primaria, secundaria, universidad, postgrado, etc, donde .pregunten ¿qué quiso decir? ¿qué entienden utds?

    De allí que la imagen y lo bolos lleguen totalmente digeridos. Tienen tantas cosas que hacer en un día tan corto que no hay tiempo, y ese es el punto. “no hay tiempo” esa es la mirada en la que se proyecta todo propaganda y programa “MINUTO PARA GANAR” y el “GRAN HERMANO” que todo lo ve a falta de un Dios, la cámara de televisión lo remplaza. o Google.

    Pareciera apocalíptico, no?

    A ver vos y yo utilizamos Google y vemos tele, pero que nos diferencia de muchos? Que nuestra educación en algúna etapa nos exigiío que pensaramos por nosotros mismos, decidieramos y eligieramos conociendo los motivos.

    Fumar es peligroso y nocivo. Ya se entendió. Y beber alcohol indiscriminadamente? Esta campaña es mucho más difícil pero no imposible. Y me dejo un aparte para la droga, porque la punta del ovillo esta en el alcohol.

    Besitos
    Lucía

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    1. Querida Lucía, muchas gracias por comunicarte y aportar a C1/2K. Me parece muy buena la apertura que hacés hacia otros medios de formación (escuela, etc.), para complejizar la mirada y que no nos quedemos analizando un solo frente, pero yo los pondría coexistiendo con la TV y no excluyéndola, es decir, la TV me parece tan formadora como la escuela y como cualquier otro actor social con más de cuatro horas diarias de presencia en nuestra vida. Lo del tiempo lo comparto totalmente, creo que el tiempo de la tecnología y de la TV aceleran y apremian nuestro cuerpo y nuestra cabeza y eso nos dificulta ponernos a pensar, a debatir, a hablar y a escribir porque para eso se requieren ritmos más amigables. Lo que sí no comparto es que la educación de nuestra época nos haya ayudado a pensar. Por lo contrario, salvo excepciones, me parece que la escuela siempre nos ha ayudado a someternos y a aceptar el statu quo. Lo del alcohol vos creés que es cuestión de campañas de concientización?
      un saludo afectuoso
      Horacio

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  2. Genial para compartir algunas de esas cosas que nos acribillan y que casi no pensamos cotidianamente pero que dejan su marca por goteo,..., hablo de las propagandas y del arte que refuerza el disciplinamiento..... Por decir algo ...da un poco de chucho el naranja scioli y me pregunto siempre cuando veo un ojo acusador de estas cuestiones si esta manera de mirar no peca de algún iluminismo ... o voluntarismo que pretende velar lo oscuro que hay en todos nosotros ....Me encantóoo igual el material y a quienes sean que lo hagan sigan mandando que esta copado!!!! Muchas gracias !! Leti

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    1. Leti, gracias por responder, más que un ojo acusador la intención fue mostrar un ojo cuestionador, leedor entre líneas, válido para mirar la TV, internet, diarios, bueno, la vida misma, si hace falta
      las partes oscuras son necesarias, porque sino se acabaría el misterio no? no me gustan las sociedades transparentes
      saludo
      H.

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